domingo, 7 de abril de 2013

LA MILITANCIA TAMBIEN ES EL OTRO. CRONICA DE LA SOLIDARIDAD


Por esas casualidades de la vida, no soy platense de nacimiento. 
De todas maneras, me considero platense por haber vivido más de treinta y cinco años, y hasta hace muy poco tiempo, en esa ciudad en la que crecí, estudié, en la que me hice hincha del club de mis amores y en la que comencé a militar políticamente.

Será por esas razones, sumadas a que en sus calles viven mi familia, y tantos amigos y compañeros de toda la vida, que la tragedia provocada por el temporal de lluvia del martes pasado me consternó y me angustió doblemente.

Luego de constatar telefónicamente que los afectos cercanos se encontraban bien, emprendimos el viaje con algunos compañeros para ponernos a disposición de aquello que hubiera que hacer. Lo mismo que nosotros hicieron otros cientos, con los que nos fuimos encontrando por la tarde del miércoles en la Unidad Básica de La Cámpora, en 6 entre 62 y 63. Enseguida, quienes estaban a cargo de organizar la ayuda en primera instancia, nos asignaron tareas, como a todos los allí presentes.

Cada vez que volvíamos al punto desde el cual se organizaba la asistencia a los más afectados, nos encontrábamos con más y más compañeros que la vez anterior. Y no paraba de llegar gente. Militantes, adherentes, conocidos, familiares y ciudadanos sin vinculación alguna con la organización, llegaban y se ponían a disposición. 

Esas primeras horas fueron las más difíciles. El número de víctimas aún no estaba claro y las versiones y rumores circulaban sin pausa, aumentando la ansiedad y la angustia. Los relatos acerca de las situaciones vividas nos iban dejando en claro a todos aquellos que no habíamos estado en la ciudad cuál era la gravedad de la situación e imponían la necesidad de moverse con la mayor celeridad posible.

Así se hizo, y salimos con lo que teníamos en ese momento a recorrer las barriadas más afectadas, intentando delinear colectivamente un panorama lo más certero posible de la situación. Nos encontramos con realidades muy complejas, a las que intentamos darles soluciones con las herramientas disponibles. 

Al día siguiente, el jueves, Unidos y Organizados instaló en la Facultad de Periodismo de la UNLP su comando central, desde el que organizaba la recepción de donaciones, la distribución de la mercadería y la logística necesaria para optimizar la ayuda y la asistencia a los damnificados.

Cada hora que pasaba, llegaban cientos de compañeros desde distintos puntos para ponerse a disposición de una maquinaria de ayuda y solidaridad que se fue construyendo y mejorando en la urgencia, y en la que cada uno de los presentes cumplía un rol. Fue en esas horas, cuando además de lo conmoción y la tristeza por las víctimas y los damnificados, comenzó a apoderarse de nosotros la conmovedora sensación de sentirse parte de una experiencia histórica de solidaridad.

Porque mucho se habla de la solidaridad. Pero pocas veces se la define tan clara y taxativamente como se la definió en estos días, y en la práctica, en la ciudad de La Plata. Porque la solidaridad no es (como pueden pensar y prediicar algunos) dar al otro aquello que nos sobra o no necesitamos. Eso, más allá de lo útil que pueda ser en momentos como este, es simplemente beneficencia, o a lo sumo caridad. La verdadera solidaridad, en cambio, es justamente poner a disposición del otro aquello que necesitamos, aquello que nos hace falta, aquello que no nos sobra. Solidaridad es entrega. Y ser solidario es poner en juego algo de lo propio (el tiempo, la salud, los bienes materiales, etc) en pos del otro.

Lo conmovedor de lo que vimos estos días fue entonces, justamente, ver cómo miles y miles de personas de distinta procedencia, y en distintos sitios, se puso a disposición de ese otro que, en esta oportunidad, eran los damnificados por la tragedia. Quienes formen parte de otros espacios institucionales, sociales, culturales, religiosos y hasta políticos, deben haber tenido una sensación similar en estos días de trabajo arduo. 

Pero la jauretcheana empiria, nos obliga a hablar desde la propia experiencia. Y esa propia experiencia, en este caso, está definitivamente atravesada por el sentirse parte de un proyecto político, el que encabeza nuestra Presidenta; el de pertenecer a una organización, que es La Cámpora; y el de haber formado parte del esquema de trabajo que planteó el espacio Unidos y Organizados. 

Para quienes no estuvieron allí, créanme si les digo que lo que vivimos los militantes en estos días, fue realmente conmovedor desde todo punto de vista: Cientos y cientos de compañeros, miles, poniéndose a disposición de un inmenso dispositivo de asistencia y solidaridad centralizado en la Facultad de Periodismo. 

Y entonces, vimos a militantes anónimos de distritos lejanos durante horas formando inmensas filas para el "pasamanos" de donaciones y mercadería, o cocinando un guiso para los evacuados. 

Y vimos a compañeros con distintos grados de responsabilidad cargando camiones o trasladando gente en un auto para llevar agua o velas a algún barrio.

Y también vimos a nuestros Diputados y Senadores, a nuestros Funcionarios, recorrer el territotrio, poniendo la cara, limpiando un basural o distribuyendo mercadería entre los más necesitados. 

Por supuesto, vimos a la Jefa, a nuestra Presidenta, venir el primer día después del desastre y acercarse a los vecinos afectados. Y volvimos a verla esta tarde, recorriendo escuelas para interiorizarse de la situación, estar cerca de los damnificados y brindarle ánimo a los que hace días no duermen para asistirlos.  

¿Entonces cómo no vamos a llevar con orgullo nuestras remeras y pecheras? Si nunca nos escondimos ni hicimos política a espaldas de la gente. Si basamos nuestra militancia cotidiana en la presencia en el territorio, en los barrios. Si fomentamos permanentemente la presencia de un Estado militante, sin intermediarios. Si somos solidarios todos los días... ¿Qué es lo que deberíamos ocultar? ¿Acaso tendríamos que avergonzarnos de ser aquello que somos?

Que algunos digan, desde la comodidad de sus escritorios o sus teclados de computadora, que pretendemos sacar provecho de una tragedia, es una canallada y una falta de respeto para los miles de militantes que pusimos el pecho sin especular para paliar las consecuencias de esta tragedia, mientras algunos de los agoreros de siempre escondían la cabeza debajo de la tierra. 

Pero es una canallada que no no debe sorprendernos si vemos de parte de quien viene, ya que lo que les molesta (y les molesta profundamente) es que exista esta juventud y esta militancia que crece, se organiza y se compromete con un proyecto de país que restituye y garantiza derechos para todos, todos los días. 

Como respuesta a la canallada, vale la reflexión de un compañero ya entrado en años, mientras retornábamos de una escuela que funcionaba como centro de distribución de donaciones y mercadería para los más necesitados. El dijo, llanamente y con una envidiable frescura: "¿Sabés que es lo bueno de militar acá? Que veo que forman a los pibes para militar haciendo el bien sin especular". 

Porque la militancia bien entendida, la militancia liberadora (esa que aprendimos de Eva, de Nestor y de los treinta mil compañeros desaparecidos), es inescindible del componente solidario, de ese hacer el bien al que se refería el compañero. Quien forma parte de un proyecto transformador y lo hace por convicción, necesariamente tiene que poner en juego su propio bienestar en favor del bienestar de los otros, tiene que arriesgar algo en pos de ese proyecto al que pertenece. Si no es así, la política puede ser posicionamiento o especulación, pero no es realmente militancia, porque como la Patria, la militancia también es el otro.

¿Cómo no vamos a sentirnos orgullosos entonces de esa militancia? 

Yo, como platense y como militante, estaré eternamente agradecido y orgulloso.

Orgulloso y agradecido por haber podido formar parte de esto. 
Orgulloso y agradecido de tener la Presidenta que tenemos.
Orgulloso y agradecido con esos compañeros que, incluso habiendo sido afectados por la inundación, llamaban por teléfono o se hacían presentes para ponerse a disposición.
Orgulloso y agradecido con los más de cuarenta y cinco compañeros que viajaron con nosotros desde Morón (como de tantos otros lugares de la Provincia y el país), faltando a sus trabajos, con las familias a cuestas y abandonando todo para ponerse a disposición de los que más lo necesitan.
Orgulloso y agradecido ante la frase "hay gente que necesita más que nosotros", como respuesta a la pregunta de si la familia de un compañero afectado necesitaba algo.
Orgulloso y agradecido con nuestros dirigentes, que sin veleidad alguna, asumieron su rol y se pusieron a la cabeza de este inmenso operativo de asistencia y solidaridad, en el que Estado, militancia y organizaciones  trabajaron de manera conjunta. 

Orgulloso y agradecido de que, como le escuché decir a otro compañero, esta juventud, esta militancia, esté dispuesta a dejar todo, solidariamente, para garantizar que los más humildes no pierdan nunca más aquellos derechos que les fueron restituídos, por ninguna causa, sea de la índole que sea. 

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