miércoles, 14 de septiembre de 2011

Un año después, el LUNA PARK

Lamentablemente, esta tarde que pasó no pudimos estar en Parque Lezama, recordando a un año el gran acto de la Juventud en el Luna Park el 14 de septiembre de 2010, el último del que participó nuestro querido Nestor.

Ha corrido mucha agua ya debajo del puente, pero compartimos con ustedes algo que escribímos en caliente al día siguiente, el 15 de octubre del año pasado, y que en su momento fue enviado por correo electrónico y subido a facebook.

Hoy, un año después, y mucho más después de las primarias del 14 de agosto, las prioridades están puestas en la construcción y consolidación de una fuerza propia del kirchnerismo cada vez más orgánica y en condiciones de disputar poder, ser el sujeto de la profundización del Proyecto Nacional y de constituirse como relevo a futuro de este proceso.

Sin embargo, y más allá de que quizás hoy no suscribiríamos todas y cada una de las cosas que escribimos hace un año, algunas de los tópicos planteados en el artículo, pueden seguir siendo un aporte al debate respecto de la etapa que se abre y de las tareas de la militancia.

Aunque es un poco larga, ojalá piensen que vale la pena leerla.
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De un saque, improvisadamente y en medio de la conmoción que me provocó estar ayer en el Luna, esbocé esto que pretende ser apenas un simple análisis de lo que creo que empezó la noche del 14 de septiembre en el Luna Park.
 
Seguramente -como siempre- mucho de lo que sostengo es discutible. También como siempre, sabrán que lo hago desde la más absoluta honestidad intelectual y como militante que se siente parte y quiere aportar a un proceso político.
 
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¿PUNTO DE INFLEXIÓN?
Apurados apuntes en torno al acto de la Juventud en el Luna Park
 
 
EL ACONTECIMIENTO, EL PUNTO DE INFLEXIÓN Y SUS SIGNIFICACIONES
 
Los acontecimientos políticos suelen condensar significados variados y al mismo tiempo ser momentos de cristalización de procesos más estructurales que van sedimentando poco a poco y emergen en el "hecho político" palpable y concreto. En ese sentido, no hay "hito" de la historia, no hay punto de inflexión, que pueda explicarse a sí mismo ni en sí mismo, si no que se debe establecer -para comprenderlo en profundidad- una cierta genealogía y una puesta en contexto que arroje luz sobre sus causas, sus complejidades y sus implicancias.
 
Asimismo, y en parte como complemento de lo anterior, un acontecimiento político concreto y único puede convertirse en momento mítico para un determinado colectivo, en tanto y en cuanto los actores que lo protagonicen y algunos otros que lo ven acontecer le otorguen una relevancia y una significación mayor que al conjunto de los acontecimientos que lo anteceden (y en parte lo explican) y lo internalicen como inicio de un nuevo momento en el devenir de la política.
 
Finalmente, el acontecimiento mítico suele implicar diversas dimensiones que pueden y deben ser leídas de manera compleja e integrada para que el mismo pueda ser interpretado en su cabal significación histórica y política. Y todo esto, que puede parecer parte de un simple ejercicio intelectual y especulativo es, sin embargo, de vital importancia para quienes nos pensamos y sentimos como parte de un colectivo militante que pretendemos accionar e incidir en la realidad a traves de la política. 
 
Esta introducción -que no tiene pretenciones académicas ni mucho menos- viene a cuento, entonces, del necesario y concienzudo análisis retrospectivo que debemos hacer aquellos que, en tanto militantes del proyecto nacional y popular que encabezan Nestor y Cristina Kirchner, sentimos en el día de ayer, en el inmenso acto que congregó a la Juventud en el Luna Park, que algo había cambiado en el momento político y que ese cambio tendría implicancias en nuestro accionar cotidiano de aquí en adelante.
 
 
EL PRIMER KIRCHNERISMO Y SUS MOMENTOS MÍTICOS
 
Si hay algo por lo que se ha caracterizado el proceso político iniciado el 25 de Mayo de 2003 con la asunción de Nestor Kirchner a la Presidencia de la Nación, es en la múltiple producción de momentos míticos y puntos de inflexión que marcaron a fuego el devenir histórico de los últimos años. Continuando con la tradición del mejor peronismo, el kircherismo fue especialisra en generar casi constantemente hechos políticos en los cuales diversos actores sociales y políticos sintieron cómo la satisfacción de una determinada demanda material o simbólica, implicaba un punto de ruptura decisivo con los años previos y establecía una instancia de avance de un modelo político, económico y social favorable a los sectores populares.
 
Brinzoni descolgando los cuadros de los genocidas en el Colegio Militar, la Cumbre de Mar del Plata en la que se rechazó definitivamente la propuesta del ALCA o la histórica quita del 75 % en la deuda con los acreedores privados, fueron algunos de esos momentos que, durante el período presidencial que culminó el 10 de diciembre de 2007, fueron internalizados por amplios sectores como momentos míticos a partir de los cuales el escenario político se modificaba de manera incostrastable.
 
Sin embargo, estos momentos míticos del primer kircherismo (que por supuesto no fueron tan sólo éso, y que estuvieron acompañados de cientos de medidas de políticas públicas que coadyudaron a una modificación en la correlación de fuerzas al interior de la sociedad) tuvieron unos relativamente bajos niveles de conflictividad con los sectores de privilegio. Esto se explica en su momentánea y relativa debilidad y su baja credibilidad derivadas de la crisis de 2001-2002, y -por qué no- en la expectativa que tenían de disciplinar a un gobierno que era leído aún como de transición y normalización institucional, al cual imaginaban posible de condicionar en pos de la construcción de un nuevo "statu-quo" favorable a los intereses de los poderes fácticos.
 
Es imposible, a su vez, no ligar a este clima de "gobierno de transición", el que los niveles de movilización social y política, durante esta primera etapa del kircherismo, estuvieran teñidos aún, o bien con el color de las diversas formas de resistencia al neoliberalismo y a la necesidad de satisfacer demandas materiales concretas y urgentes, o bien con las prácticas tradicionales de un peronismo desmovilizado y desideologizado por años de hegemonía neoliberal a su interior. 
 
En ese marco, y más allá de las experiencias o experimentos coyunturales y en general efímeros, el lugar de la militancia más genuina se encontraba acotado a las llamadas organizaciones sociales, y la incipiente reconstrucción de un movimiento nacional y popular dinámico y participativo estaba todavía estrechamente condicionado por el acceso a los recursos materiales del Estado como herramienta casi excluyente de construcción política.
 
 
LA PRESIDENCIA DE CRISTINA, LA PROFUNDIZACION DEL MODELO Y EL RETORNO DE LA MILITANCIA
 
Es en cambio durante la presidencia de Cristina Fernandez de Kirchner, cuando la profundización de las contradicciones con los sectores dominantes y la aceleración del proceso de polarización política a partir del conflicto por la Resolución 125, definieron un nuevo escenario de disputa en el cual esos momentos míticos se tornaron en moneda corriente y fueron eslabonándose hasta llegar al escenario y al "hecho político" al que específicamente queremos referirnos.
 
Y es justamente en el conflicto con las corporaciones agrarias cuando se inicia una nueva etapa que, leída desde hoy, implicó no sólo la novedad de que en los momentos de mayor debilidad política del gobierno se avanzara en las medidas más transformadoras y cuestionadoras del poder de los sectores dominantes, si no que, a su vez, esa profundización en la conflictividad con los sectores del privilegio fuera el caldo de cultivo para la emergencia de una nueva militancia que -de manera heterogénea e inicialmente desordenada- se fue incorporando al proceso político en marcha desde reivindicaciones parciales y provenientes de universos culturales y sociales diversos.    
 
La estatización de los fondos de las AFJP y de Aerolíneas Argentinas; el "Fútbol para Todos" y la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; el decreto de creación de la Asignación Universal por Hijo; y el debate legislativo alrededor de la Ley de Matrimonio Igualitario fueron, con posterioridad al conflicto por la 125, esos momentos míticos que profundizaron el rumbo de un gobierno que fue enfrentando una a una a las grandes corporaciones del poder en la Argentina y que generaron las condiciones para el florecimiento de cientos de nuevos colectivos militantes movilizados y entusiastas.
 
Esto se combinó y se articuló, a su vez, con los espacios preexistentes (tanto de los derivados de las organizaciones sociales como de las expresiones más estrictamente juveniles, que amplificaron ambos de manera exponencial su prédica y su base militante en cada instancia de lucha y movilización) y con la emergencia de una nueva militancia sindical forjada al calor de las reivindicaciones y concreción de conquistas sectoriales, pero decidida a no restringir su participación a lo meramente reivindicativo y a transformarse en un actor político de relevancia.
 
Por último, los aciertos en la política de comunicación en los últimos dos años; sumados al surgimiento de expresiones político-culturales arraigados en la tradición nacional y popular; a un cierto (y por cierto aún demasiado incipiente) reverdecer de la militancia estudiantil; y a la aparición en escena de miles de militantes individuales o apenas organizados que supieron explotar de manera novedosa y original las herramientas informáticas, completaron el panorama con un nuevo tipo de militancia relativamente inorgánica pero comprometida con este proceso político.
 
 
 
ALGUNAS SIGNIFICACIONES DEL ACTO DEL LUNA PARK
 
Si entendemos que, como decíamos al principio del análisis, ningún acontecimiento, por mítico que pueda parecer en el momento en que sucede o con posterioridad al mismo, es explicable a partir de sí mismo y con exclusión del contexto y del proceso en el cual se enmarca, debemos decir inicialmente y aunque parezca obvio, que el acto del Luna Park - en todo caso- cristaliza ese camino de ampliación de la participación y la movilización política y social que se inició con la 125 y que,se fue eslabonando en todos y cada uno de esos momentos míticos a los que nos referíamos en el punto anterior.
 
Al mismo tiempo, no podemos pensar a este proceso como "espontáneo" ni aislado de otras instancias de movilización que también marcaron -en distinta medida- otros "hitos" en los últimos meses. El acto de ayer es inimaginable por fuera de un escalonamiento de escenarios de movilización y demostraciones de fuerza de la militancia que se iniciaron en marzo en la cancha de Ferro y continuaron en julio en las puertas de la CGT y en agosto en el otro Luna, organizado por la Juventud Sindical. 
 
Sin embargo, hay componentes que hacen de esta acto un acto de características, significaciones e implicancias específicas que, creemos, lo distancian relativamente del resto de las instancias de movilización -más o menos orgánicas- citadas anteriormente y que lo transforman un "punto de inflexión".
 
Dejando de lado el chiquitaje de los análisis y valoraciones respecto de los mayores o menores protagonismos en el escenario y las tribunas de anoche en el Luna Park y de las naturales disputas entre sectores con tradiciones y posiciones relativamente diferenciadas, lo que debería interesarnos en comprender cuáles son las coordenadas que hicieron que muchos de los que nos encontrábamos en el acto (y muchos de quienes siguieron las alternativas del mismo por TV o por internet) tuviéramos la sensación de que nos encontrábamos frente a un "punto de inflexión" y que algo nuevo estaba pasando, ahí, en ese lugar.

 
En ese sentido, la primer reflexión que surge es que la composición del del acto tuvo centralmente algunas características fundamentales y distintivas, que lo diferencian de otros actos y que tienen implicancias de cara a los análisis posteriores: fue un acto eminentemente juvenil; fue un acto sorprendentemente hetrogéneo; fue un acto casi exclusivamente militante; fue un acto con una mística novedosa. Y todo esto, que quizás parezca una obviedad, implica de cara al análisis algunas derivaciones respecto de cada una de estas características.
 
 
EL REGRESO DE LA JUVENTUD A LA POLITICA
 
En primer término, el componente eminentemente juvenil de los más de diez mil compañeros que colmaron las instalaciones del estadio y sus alrededores, es representativo de un dato de la realidad política argentina actual que quizás no esté demasiado analizado y valorado: el kircherismo -entendido como una identidad en sentido amplio, y obviando todos los matices- ha logrado penetrar en la juventud como ninguna identidad política desde el retorno de la democracia había logrado hacerlo.
 
Quienes militamos desde hace más de veinte años y hemos atravesado los diversos escenarios políticos de las últimas décadas, podemos dar cuenta de ello y podemos intentar sacar algunas improvisadas conclusiones al respecto: en principio, nos encontramos en una instancia en la que decididamente parecen haberse revertido las coordenadas de la despolitización que caracterizaron el proceso de dominación iniciado con la dictadura militar y desmoronado a partir de 2001. Esto parece estar ligado, por una parte, al definitivo cierre del "ciclo del miedo" a la participación política y, por el otro, al entusiasmo que genera la transformación política encarada por el kircherismo y -fundamentalmente- al aspecto que los comentaristas mediáticos más nos cuestionan y que ellos denominan livianamente "espíritu confrontativo" o "crispación". La lección -que hoy parece obvia pero que durante mucho tiempo para muchos no lo fue- es que los sectores juveniles acompañan este proceso porque se anima a enfrentar los intereses que hasta hace poco tiempo parecían intocables: los de las corporaciones mediáticas, económicas y religiosas. 
 
Al mismo tiempo, esta explosión de participación y movilización de los sectores juveniles es un reaseguro para el campo popular en el mediano plazo y de cara a las batallas que se avecinan, ya que estos actores son uno de los arietes fundamentales (junto con las organizaciones sociales y los sindicatos) que tensarán en lo próximos años y trascendiendo incluso las disputas electorales, a un peronismo imprescindible para gobernar este país, pero muchas veces más tendiente a un cierto concepto de gobernabilidad "moderada" que a la modificación estructural de una sociedad que sigue siendo injusta.  
 
 
LA HETEROGENEIDAD Y LA CONSTRUCCION DE HEGEMONIA
 
Otro elemento a tener en cuenta en el análisis y que es inseparable del punto anterior, es el de la sorprendente heterogeneidad en la composición de los asistentes al acto. Militantes sindicales y de organizaciones sociales, militantes juveniles tradicionales y blogueros k, seguidores de 678 e integrantes de los Putos Peronistas, estudiantes y facebookeros, secundarios y militantes del conurbano bonaerense, más allá de los porcentajes (es obvio e innecesario aclarar que la mayor cantidad de los paricipantes se encontraban "encuadrados" en las organizaciones más conocidas y representativas) dan un indicio más del por qué de la penetración y el entusiamo que genera el kirchnerismo en los sectores juveniles: porque logra interpelar y articular distintas tradiciones políticas y culturales. Porque asumió las reivindicaciones y comprendió el lenguaje de las diversas juventudes que componen el heterogéneo mapa de la Argentina contempránea. Porque sintetiza a quienes se reivindican en la tradición militante de los setenta con los que durante los últimos años centraron su participación en la ampliación de los derechos de las minorías. Porque emociona cantando la marcha y se enfervoriza en el grito maradoniano.
 
Y compender esta hetergeneidad implica, asimismo, comprender la imposibilidad de cualquiera de "las partes" de ese todo, al menos en esta instancia, de hegemonizar al conjunto. Un dato característico de esta etapa -tanto en términos políticos como culturales- es la inmensa diversidad de demandas e identidades que es necesario articular para construir una mayoría política que sirva de sustento para la profundización de este proceso. Y decir esto es todo lo contrario a sostener una posición liberal o relativista: justamente, si lo que pretendemos es consolidar un proyecto político que conduzca y hegemonice al conjunto de la sociedad (en este caso particular, de la juventud), la costrucción de esa hegemonía "hacia afuera" está indisolublemente ligada a la heterogeneidad "hacia adentro", lo que de ninguna manera implica -más bien todo lo contrario- que alguna de las partes resignen su identidad y sus posiciones políticas específicas.
 
La hegemonía no se construye desde la homogeneidad interna (al menos en una etapa como esta), si no que sólo será posible en tanto y en cuanto formen parte de este proceso político y aumenten su protagonismo y su acumulación tanto aquellos que centran su práctica en la construcción de una "tedencia revolucionaria" como aquellos que se sienten "ortodoxamente kirchneristas", tanto quienes militan en la universidad como los que lo hacen en un sindicato y tanto los que luchan por los derechos de los pueblos originarios como los que disparan sus posiciones desde la soledad de un blog. En realidad, nada demasiado novedoso decimos si pensamos que nos anclamos en la tradición movimentista y frentista del mejor peronismo.
 
 
LA CENTRALIDAD DE LA MILITANCIA
 
Otro elemento central, analizado someramente más arriba y que da cuenta de manera fundamental del comienzo de una nueva etapa, es la reaparición de la militancia más genuina y transformadora de manera masiva y apabullante. Si algo se sintió ayer en el Luna Park, fue que -con todos los matices que desarrollamos en el punto anterior- hay una nueva militancia que retoma lo mejor de la tradición del campo nacional y popular e incorpora nuevos elementos ligados a las contradicciones y demandas específicas de la actualidad.
 
Una nueva militancia que, sin ser ingenua ni cándida, parece no estar contaminada por el liberalismo que atravesó la pólítica argentina durante los años 80 y 90. Una nueva militancia
que se forjó decididamente al calor de la lucha en contra de los poderes fácticos de este país y no en la perspectiva de la carrera política individual, y cuya matriz de formación está indisolublemente ligada a la idea de la construcción de un país con justicia social, independencia económica y soberanía política. Una militancia que quiere disputar poder y condicionar el proceso político pero con un claro objetivo liberador y no especulativo.
 
Esta reaparición masiva de la militancia como actor de la política, a la que muchos habían enterrado en los escombros del muro de berlín y la convertibilidad, es de una importancia estratégica en la coyuntura actual y en el mediano y el largo plazo. En la coyuntura actual, porque como decíamos antes, será un factor escencal de agitación y movilización en la disputa política del presente, tensionando al mismo tiempo a los sectores del peronismo menos proclives a una transformación profunda de nuestra sociedad. En el mediano y en el largo plazo, porque si hay algo que demuestra este proceso político y quienes lo encabezan, es que la matriz original de formación de una generación de militantes atraviesa toda su vida política. Entonces, esta nueva militancia será al mismo tiempo punta de lanza en los momentos de avance como potencial retaguardia en caso de retrocesos momentáneos, lo que es una garantía para la defensa de los intereses nacionales y populares de cara al futuro.
 
 
LA MISTICA DEL PRESENTE
 
El Luna Park lleno, repleto de banderas que se agitaban y de voces que entonaban las estrofas del Himno o de la Marcha Peronista, que aplaudían a "La Chiringa" en su heterodoxa versión de "Hasta Siempre" y que contaban el llanto de Carrió o del "Colorado" porque "Nestor va a volver con la JP", son una muestra de que la mística se construye mixturando elementos del pasado con otros del presente.
 
Durante los primeros años del kircherismo, la mística militante estuvo casi asolutamente ligada a la herencia de la tendencia revolucionaria de los setenta, lo que era correcto y absolutamente compresible. Quienes encabezaban el proceso político y quienes ocupaban lugares centrales en el dispositivo político y en la gestión eran en su abrumadora mayoría militantes de aquella juventud maravillosa. Al mismo tiempo, el relato que se construyó y que galvanizó a los diferentes espacios dispersos en diversas experiencias durante el neoliberalismo y reunificados a partir del liderazgo de Nestor Kircher, fue un relato que hizo eje en la reivindicación de esa experiencia histórica y en la idea de plantearse como continuidad de la misma. La política de derechos humanos y la de las diversas resistencias al neoliberalismo fueron fundamentales en la construcción de la mística de los primeros años del kirchnerismo.
 
Las identidades políticas, la estética y los nombres de las agrupaciones, los cantitos y los colores de las banderas estuvieron definido fundamentalmente por esa ineludible herencia cultural y política. Muchos de aquellos que, sin haber sido parte de la experiencia de los setenta nos formamos políticamente en esa tradición, nos sentimos como en casa cantando las canciones que nuestros viejos o nuestros hermanos mayores habían entonado en la puerta de Devoto el 25 de Mayo del 73. Sin embargo, la mística de un proceso político necesita construirse dialécticamente entre la tradición política en la cúál ese proceso abreva y las contradicciones, demandas y luchas del momento en el cual se ejerce la militancia.
 
La cuestión, muchas veces debatida entre compañeros, era cómo se hacía para construir una mística de este proceso político que no fuera una simple readaptación de la mística de los setenta. Y esa mística no podía decretarse ni construirse en un laboratorio, porque la mística se construye en la acción política y -fundamentalmente- en la lucha, en la internalización de un proyecto colectivo y en la identificación de los enemigos de ese proyecto.
 
Entonces, a partir de la 125 y de la Ley de Medios, a partir de la Asignación Universal por Hijo y la reestatización de las AFJP, pero centralmente a partir de que la militancia fue adquiriendo un rol central en todas y cada una de esas peleas, la mística de este proceso político se fue consruyendo y consolidando. Y el acto del Luna Park fue la muestra más cabal de que no debe ya ser una inquietud ni un tema de preocupación de ningún compañero cuál es la mistica de la nueva militancia.
 
Porque los miles de compañeros menores de treinta años que explotaron el Luna con banderas, bombos y consignas ya construyeron esa mística y nos la contagiaron a todos los que desde los comienzos de nuestra militancia estábamos esperando que pasara lo que finalmente ayer vimos y sentimos. Porque cuando los pibes de "La Cámpora" y de los "Desca", cuando los cumpas de la Juventud Sindical y los de la JP Evita, los del MUP y los de la JP de la Provincia gritaban con voces ensordecedoras, una vez más, que "no nos han vencido", algunos de los que somos un poco -tan sólo- un poco mayores que ellos sentimos que esta vez, de verdad y para siempre, estamos para liberar a nuestra querida patria.
 
Que tiempos gloriosos que se avecinan. A militarla de sol a sol.
 
HORACIO BOUCHOUX
Centro Cultural Oesterheld
 
 

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