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EL SUR
TAMBIEN EXISTE
Modos
europeos. Discurso europeo. Gestualidad europea. La oposición realmente
existente y sobreviviente al escenario electoral, tanto la que se presenta –con
mayor o menor disimulo- como de centroderecha¸ cuanto la que se reivindica de
centroizquierda, se piensa a sí misma (y se muestra a la sociedad) como
tributaria de la estética y la ideología post caída del muro de Berlín en los
países centrales.
Todo parece
indicar que a la salida de este año electoral, quedarán posicionadas dos
grandes alternativas opositoras emergentes: una centroderecha “moderna”,
mediática, pretendidamente desideologizada y farandulesca “a la europea”,
expresada por el amarillo PRO y por el Niño Mauricio (en menor medida también
por “alica-alicate” De Narváez). Por otra parte, se consolida una
centroizquierda moderada, prolija, institucionalista y desabrida, también “a la
europea”, expresada por Binner, Stolbizer, De Gennaro (quién te ha visto y
quién te ve…) y Cía.
El sueño
del buen Torcuato Di Tella, quien desde su honestidad intelectual noventista
pregonaba las potenciales bondades de un sistema político que se ordenara a
partir del moderno binomio centroderecha-centroizquierda, pareciera entonces
concretarse, más allá incluso de la persistencia de ciertas tradiciones
territoriales sin demasiado peso ya en la gran arena de la política nacional.
Pero… Ups!
Nos olvidamos de algo! Nos faltó tener en cuenta un elemento que quizás a algún
editorialista pueda parecerle menor, pero que sigue dando cuenta de esa anomalía
que los manuales de los expertos europeos y sus traductores vernáculos aún no
logran dilucidar. Si, adivinaron: el peronismo. Hoy el kirchnerismo. La fuerza
de mayorías que no es posible catalogar ni clasificar de acuerdo a los
criterios establecidos por esa tradición europea.
Algunos
comentan que desde el 14 de agosto por la tarde y durante los días
subsiguientes, gran número de editorialistas, intelectuales y dirigentes
políticos, todos ellos parte del campo bienpensante argentino, giran alrdededor
de escritorios y dan vueltas y vueltas en la cama, tratando una vez más de
encontrar respuestas para eso que no logran entender. En realidad, y aunque
parezca mentira, nunca pudieron entenderlo y todo indica que seguirán sin
comprender y asimilar.
¿Pero qué
es eso que no logra ni logró comprender nunca gran parte del establishment de
ideas, aquella intelligentzia de la que hablaba Arturo Jauretche? Lo que no
lograron, no logran ni lograrán descifrar son los momentos en que las mayorías
irrumpen decididamente en la vida política y señalan un rumbo a favor de sus
intereses y los de la Nación ,
que son los mismos.
Y nuestra
historia es ejemplificadora de esto que hoy, nuevamente, vuelve a pasar en
estas tierras. Sucede que en los momentos de amplio predominio ideológico,
político, económico y cultural de las clases dominantes (que suelen ser los
mismos en los que se verifica la hegemonía de una potencia a nivel mundial), se
instala la ilusión de un orden político que sea o tienda a ser espejo del orden
político de la metrópolis.
En cambio,
en los momentos en que esa hegemonía y esa dominación entran en crisis (tanto a
nivel externo como interno) reaparece el fantasma de lo anómalo y lo
inexplicado. Cuando las clases dominantes pierden las riendas, emerge una y mil
veces el desorden de los manuales, la anomalía de la Argentina europea,
el hecho maldito al que Cooke se refería
con tanta lucidez.
Sarmiento
lo intuyó en los albores de nuestra modernidad. El, uno de los más lúcidos
cuadros de ese progresismo bienpensante, de ese establishment de ideas o
intelligentzia, descubrió cuál era el principal obstáculo para la Argentina europea que
pregonaba desde el 37. Y propuso una solución drástica: remover ese obstáculo
con la espada, la pluma y la palabra, combinando masacres y política educativa.
Lo logró a medias y por un tiempo. Pero lo bárbaro, lo maldito, volvió a
emerger en las primeras décadas del siglo pasado. Como volvió a emerger con el
peronismo. Y como hoy vuelve a emerger, luego de décadas de ostracismo y
hegemonía del pensamiento único.
Para colmo
de males, el espejo en el que siempre se miraron nuestras clases dominantes y
sus intelectuales y voceros hoy está bastante empañado, por no decir gastado y
a punto de desmoronarse. La gran panacea de los bienpensantes de estas
latitudes viene trastocando en pesadilla, y aquellos países-modelos de los que
nos decían que debíamos aprender, hoy muestran los resultados de una política
que quienes vivimos por estos lares conocimos y sufrimos.
La vieja
Europa está cada vez más vieja y sin respuestas, con una dirigencia política
(sea de derecha o de izquierda) cooptada por las grandes corporaciones y
acatando las órdenes de un poder oculto tras la fachada de organismos
internacionales que nadie elige. Ajuste y sumisión, indignados y protestas,
racismo y xenofobia, marcan la cotidianeidad de la vida de sociedades cada vez
menos prósperas e integradas. En paralelo, la gran potencia imperial, la gran
victoriosa de la guerra fría, bordea el colapso económico mientras decide su
futuro entre la anodina continuidad de un imposibilismo progresista que no
quiere o no puede dar respuestas a la profunda crisis en que se encuentra y los
inverosímiles planteos de una derecha cada vez más ultra y más reaccionaria,
expresada por un thea-party con cada vez más predicamento.
Entonces,
nuestras desconcertadas clases dominantes ven como se derrumba la meca de sus
sueños, a la vez que se enmarañan en intentos de explicación entre risueños y
antidemocráticos del amplio consenso social, político y cultural que tiene este
modelo de desarrollo autónomo, justicia distributiva y descolonización cultural
tanto en nuestro país como en casi toda la región.
El
escenario político desde diciembre en adelante presentará entonces tres grandes
alternativas políticas, que en realidad son dos: una derecha mediática y
autoritaria, un progresismo light y que -más allá de las consignas de campaña
de algunos candidatos- viene a portarse bien con los poderosos de este país,
que en ambos casos expresan el viejo sueño sarmientino de una Argentina
europea. Frente a esas dos propuestas, está hoy, más de pie que nunca en
nuestra historia, un movimiento nacional y popular de mayorías, complejo y
contradictorio en sus entrañas, pero que avanza decididamente en la concreción
del postergado sueño de una Patria libre, justa y soberana en el marco de una
Latinoamérica unida.
La batalla
cultural es entonces, una vez más, entre quienes pretenden una Argentina que
mire a un supuesto primer mundo que se desmorona, y aquellos que creemos que
las respuestas a la profunda crisis del sistema no se encuentran en los
claustros ni los despachos del norte, si no en nuestra experiencia y en la
capacidad, el talento y la voluntad de nuestro pueblo.
Es una
vieja dicotomía. La diferencia es que hoy alcanza con mirar la tapa de
cualquier diario del mundo para darse cuenta quienes son los que atrasan.
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