martes, 13 de septiembre de 2011

EL SUR TAMBIEN EXISTE

Nota publicada en el segundo número de la revista "Caracú", del Centro Cultural Oesterheld

----------------------------------------------------------------------------

EL SUR TAMBIEN EXISTE

Modos europeos. Discurso europeo. Gestualidad europea. La oposición realmente existente y sobreviviente al escenario electoral, tanto la que se presenta –con mayor o menor disimulo- como de centroderecha¸ cuanto la que se reivindica de centroizquierda, se piensa a sí misma (y se muestra a la sociedad) como tributaria de la estética y la ideología post caída del muro de Berlín en los países centrales.

Todo parece indicar que a la salida de este año electoral, quedarán posicionadas dos grandes alternativas opositoras emergentes: una centroderecha “moderna”, mediática, pretendidamente desideologizada y farandulesca “a la europea”, expresada por el amarillo PRO y por el Niño Mauricio (en menor medida también por “alica-alicate” De Narváez). Por otra parte, se consolida una centroizquierda moderada, prolija, institucionalista y desabrida, también “a la europea”, expresada por Binner, Stolbizer, De Gennaro (quién te ha visto y quién te ve…) y Cía.

El sueño del buen Torcuato Di Tella, quien desde su honestidad intelectual noventista pregonaba las potenciales bondades de un sistema político que se ordenara a partir del moderno binomio centroderecha-centroizquierda, pareciera entonces concretarse, más allá incluso de la persistencia de ciertas tradiciones territoriales sin demasiado peso ya en la gran arena de la política nacional.

Pero… Ups! Nos olvidamos de algo! Nos faltó tener en cuenta un elemento que quizás a algún editorialista pueda parecerle menor, pero que sigue dando cuenta de esa anomalía que los manuales de los expertos europeos y sus traductores vernáculos aún no logran dilucidar. Si, adivinaron: el peronismo. Hoy el kirchnerismo. La fuerza de mayorías que no es posible catalogar ni clasificar de acuerdo a los criterios establecidos por esa tradición europea.

Algunos comentan que desde el 14 de agosto por la tarde y durante los días subsiguientes, gran número de editorialistas, intelectuales y dirigentes políticos, todos ellos parte del campo bienpensante argentino, giran alrdededor de escritorios y dan vueltas y vueltas en la cama, tratando una vez más de encontrar respuestas para eso que no logran entender. En realidad, y aunque parezca mentira, nunca pudieron entenderlo y todo indica que seguirán sin comprender y asimilar.

¿Pero qué es eso que no logra ni logró comprender nunca gran parte del establishment de ideas, aquella intelligentzia de la que hablaba Arturo Jauretche? Lo que no lograron, no logran ni lograrán descifrar son los momentos en que las mayorías irrumpen decididamente en la vida política y señalan un rumbo a favor de sus intereses y los de la Nación, que son los mismos.

Y nuestra historia es ejemplificadora de esto que hoy, nuevamente, vuelve a pasar en estas tierras. Sucede que en los momentos de amplio predominio ideológico, político, económico y cultural de las clases dominantes (que suelen ser los mismos en los que se verifica la hegemonía de una potencia a nivel mundial), se instala la ilusión de un orden político que sea o tienda a ser espejo del orden político de la metrópolis.

En cambio, en los momentos en que esa hegemonía y esa dominación entran en crisis (tanto a nivel externo como interno) reaparece el fantasma de lo anómalo y lo inexplicado. Cuando las clases dominantes pierden las riendas, emerge una y mil veces el desorden de los manuales, la anomalía de la Argentina europea, el  hecho maldito al que Cooke se refería con tanta lucidez.

Sarmiento lo intuyó en los albores de nuestra modernidad. El, uno de los más lúcidos cuadros de ese progresismo bienpensante, de ese establishment de ideas o intelligentzia, descubrió cuál era el principal obstáculo para la Argentina europea que pregonaba desde el 37. Y propuso una solución drástica: remover ese obstáculo con la espada, la pluma y la palabra, combinando masacres y política educativa. Lo logró a medias y por un tiempo. Pero lo bárbaro, lo maldito, volvió a emerger en las primeras décadas del siglo pasado. Como volvió a emerger con el peronismo. Y como hoy vuelve a emerger, luego de décadas de ostracismo y hegemonía del pensamiento único.

Para colmo de males, el espejo en el que siempre se miraron nuestras clases dominantes y sus intelectuales y voceros hoy está bastante empañado, por no decir gastado y a punto de desmoronarse. La gran panacea de los bienpensantes de estas latitudes viene trastocando en pesadilla, y aquellos países-modelos de los que nos decían que debíamos aprender, hoy muestran los resultados de una política que quienes vivimos por estos lares conocimos y sufrimos.

La vieja Europa está cada vez más vieja y sin respuestas, con una dirigencia política (sea de derecha o de izquierda) cooptada por las grandes corporaciones y acatando las órdenes de un poder oculto tras la fachada de organismos internacionales que nadie elige. Ajuste y sumisión, indignados y protestas, racismo y xenofobia, marcan la cotidianeidad de la vida de sociedades cada vez menos prósperas e integradas. En paralelo, la gran potencia imperial, la gran victoriosa de la guerra fría, bordea el colapso económico mientras decide su futuro entre la anodina continuidad de un imposibilismo progresista que no quiere o no puede dar respuestas a la profunda crisis en que se encuentra y los inverosímiles planteos de una derecha cada vez más ultra y más reaccionaria, expresada por un thea-party con cada vez más predicamento.

Entonces, nuestras desconcertadas clases dominantes ven como se derrumba la meca de sus sueños, a la vez que se enmarañan en intentos de explicación entre risueños y antidemocráticos del amplio consenso social, político y cultural que tiene este modelo de desarrollo autónomo, justicia distributiva y descolonización cultural tanto en nuestro país como en casi toda la región.

El escenario político desde diciembre en adelante presentará entonces tres grandes alternativas políticas, que en realidad son dos: una derecha mediática y autoritaria, un progresismo light y que -más allá de las consignas de campaña de algunos candidatos- viene a portarse bien con los poderosos de este país, que en ambos casos expresan el viejo sueño sarmientino de una Argentina europea. Frente a esas dos propuestas, está hoy, más de pie que nunca en nuestra historia, un movimiento nacional y popular de mayorías, complejo y contradictorio en sus entrañas, pero que avanza decididamente en la concreción del postergado sueño de una Patria libre, justa y soberana en el marco de una Latinoamérica unida.

La batalla cultural es entonces, una vez más, entre quienes pretenden una Argentina que mire a un supuesto primer mundo que se desmorona, y aquellos que creemos que las respuestas a la profunda crisis del sistema no se encuentran en los claustros ni los despachos del norte, si no en nuestra experiencia y en la capacidad, el talento y la voluntad de nuestro pueblo.

Es una vieja dicotomía. La diferencia es que hoy alcanza con mirar la tapa de cualquier diario del mundo para darse cuenta quienes son los que atrasan.





No hay comentarios:

Publicar un comentario