Cuarenta años ha, la historia dobló de mala manera en una esquina del conurbano. Hablar de lo que hubiera sido de no haber sido lo que fue, sería imposible y hasta casi irrespetuoso. Lo contrafáctico no es dimensión a tener en cuenta cuando nos referimos a aquellos que centraron su práctica en el hacer, en el hacer por otros. Entonces, de lo único que se puede hablar es de lo que efectivamente fue.
Y lo que efectivamente fue, es que el 7 de septiembre de 1970, en una pizzeria de William Morris, dejaron la vida dos compañeros que se convirtieron en bandera de cientos de miles en los años que siguieron y que aún hoy, a cuarenta años, siguen siendo un punto de referencia para muchos de nosotros, militantes nacionales y populares.
Porque más allá de las distancias temporales y de los cambios en la práctica política, los fines últimos de nuestra acción cotidiana siguen siendo aquellos por los que lucharon y murieron estos y otros tantos compañeros: la liberación nacional y social.
Y hoy, cuando vemos gratamente como una generación nueva de compañeros se incorpora a la política y a la militancia transformadora a la luz del presente proceso político, es nuestra obligación repasar la historia (con sus debes y sus haberes) para consolidar la construcción de una mística que, anclada en ese pasado que nos define como sujetos en el presente, se proyecte hacia ese futuro que anhelamos y que, de una vez por todas, estamos construyendo.
En el día del montonero, entonces, levantemos nuestra copa en homenaje a Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina, mártires de la causa nacional y popular.
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