En ese sentido, la primera reflexión que surge es que la composición del acto tuvo centralmente algunas características fundamentales y distintivas, que lo diferencian de otros actos y que tienen implicancias de cara a los análisis posteriores: fue un acto eminentemente juvenil; fue un acto sorprendentemente heterogéneo; fue un acto casi exclusivamente militante; fue un acto con una mística novedosa. Y todo esto, que quizás parezca una obviedad, implica de cara al análisis algunas derivaciones respecto de cada una de estas características.
EL REGRESO DE
En primer término, el componente eminentemente juvenil de los más de diez mil compañeros que colmaron las instalaciones del estadio y sus alrededores, es representativo de un dato de la realidad política argentina actual que quizás no esté demasiado analizado y valorado: el kirchnerismo -entendido como una identidad en sentido amplio, y obviando todos los matices- ha logrado penetrar en la juventud como ninguna identidad política desde el retorno de la democracia había logrado hacer.
Quienes militamos desde hace más de veinte años y hemos atravesado los diversos escenarios políticos de las últimas décadas, podemos dar cuenta de ello y podemos intentar sacar algunas improvisadas conclusiones al respecto: en principio, nos encontramos en una instancia en la que decididamente parecen haberse revertido las coordenadas de la despolitización que caracterizaron el proceso de dominación iniciado con la dictadura militar y desmoronado a partir de 2001. Esto parece estar ligado, por una parte, al definitivo cierre del "ciclo del miedo" a la participación política y, por el otro, al entusiasmo que genera la transformación política encarada por el kirchnerismo y -fundamentalmente- al aspecto que los comentaristas mediáticos más nos cuestionan y que ellos denominan livianamente "espíritu confrontativo" o "crispación". La lección -que hoy parece obvia pero que durante mucho tiempo para muchos no lo fue- es que los sectores juveniles acompañan este proceso porque se anima a enfrentar los intereses que hasta hace poco tiempo parecían intocables: los de las corporaciones mediáticas, económicas y religiosas.
Al mismo tiempo, esta explosión de participación y movilización de los sectores juveniles es un reaseguro para el campo popular en el mediano plazo y de cara a las batallas que se avecinan, ya que estos actores son uno de los arietes fundamentales (junto con las organizaciones sociales y los sindicatos) que tensarán en lo próximos años y trascendiendo incluso las disputas electorales, a un peronismo imprescindible para gobernar este país, pero muchas veces más tendiente a un cierto concepto de gobernabilidad "moderada" que a la modificación estructural de una sociedad que sigue siendo injusta.
Otro elemento a tener en cuenta en el análisis y que es inseparable del punto anterior, es el de la sorprendente heterogeneidad en la composición de los asistentes al acto. Militantes sindicales y de organizaciones sociales, militantes juveniles tradicionales y blogueros k, seguidores de 678 e integrantes de los Putos Peronistas, estudiantes y facebookeros, secundarios y militantes del conurbano bonaerense, más allá de los porcentajes (es obvio e innecesario aclarar que la mayor cantidad de los participantes se encontraban "encuadrados" en las organizaciones más conocidas y representativas) dan un indicio más del por qué de la penetración y el entusiasmo que genera el kirchnerismo en los sectores juveniles: porque logra interpelar y articular distintas tradiciones políticas y culturales. Porque asumió las reivindicaciones y comprendió el lenguaje de las diversas juventudes que componen el heterogéneo mapa de la Argentina contemporánea. Porque sintetiza a quienes se reivindican en la tradición militante de los setenta con los que durante los últimos años centraron su participación en la ampliación de los derechos de las minorías. Porque emociona cantando la marcha y se enfervoriza en el grito maradoniano.
Y comprender esta heterogeneidad implica, asimismo, comprender la imposibilidad de cualquiera de "las partes" de ese todo, al menos en esta instancia, de hegemonizar al conjunto. Un dato característico de esta etapa -tanto en términos políticos como culturales- es la inmensa diversidad de demandas e identidades que es necesario articular para construir una mayoría política que sirva de sustento para la profundización de este proceso. Y decir esto es todo lo contrario a sostener una posición liberal o relativista: justamente, si lo que pretendemos es consolidar un proyecto político que conduzca y hegemonice al conjunto de la sociedad (en este caso particular, de la juventud), la construcción de esa hegemonía "hacia afuera" está indisolublemente ligada a la heterogeneidad "hacia adentro", lo que de ninguna manera implica -más bien todo lo contrario- que alguna de las partes resignen su identidad y sus posiciones políticas específicas.
La hegemonía no se construye desde la homogeneidad interna (al menos en una etapa como esta), si no que sólo será posible en tanto y en cuanto formen parte de este proceso político y aumenten su protagonismo y su acumulación tanto aquellos que centran su práctica en la construcción de una "tendencia revolucionaria" como aquellos que se sienten "ortodoxamente kirchneristas", tanto quienes militan en la universidad como los que lo hacen en un sindicato y tanto los que luchan por los derechos de los pueblos originarios como los que disparan sus posiciones desde la soledad de un blog. En realidad, nada demasiado novedoso decimos si pensamos que nos anclamos en la tradición movimentista y frentista del mejor peronismo.
Otro elemento central, analizado someramente más arriba y que da cuenta de manera fundamental del comienzo de una nueva etapa, es la reaparición de la militancia más genuina y transformadora de manera masiva y apabullante. Si algo se sintió ayer en el Luna Park, fue que -con todos los matices que desarrollamos en el punto anterior- hay una nueva militancia que retoma lo mejor de la tradición del campo nacional y popular e incorpora nuevos elementos ligados a las contradicciones y demandas específicas de la actualidad.
Una nueva militancia que, sin ser ingenua ni cándida, parece no estar contaminada por el liberalismo que atravesó la política argentina durante los años 80 y 90. Una nueva militancia que se forjó decididamente al calor de la lucha en contra de los poderes fácticos de este país y no en la perspectiva de la carrera política individual, y cuya matriz de formación está indisolublemente ligada a la idea de la construcción de un país con justicia social, independencia económica y soberanía política. Una militancia que quiere disputar poder y condicionar el proceso político pero con un claro objetivo liberador y no especulativo.
Esta reaparición masiva de la militancia como actor de la política, a la que muchos habían enterrado en los escombros del muro de Berlín y la convertibilidad, es de una importancia estratégica en la coyuntura actual y en el mediano y el largo plazo. En la coyuntura actual, porque como decíamos antes, será un factor esencial de agitación y movilización en la disputa política del presente, tensionando al mismo tiempo a los sectores del peronismo menos proclives a una transformación profunda de nuestra sociedad. En el mediano y en el largo plazo, porque si hay algo que demuestra este proceso político y quienes lo encabezan, es que la matriz original de formación de una generación de militantes atraviesa toda su vida política. Entonces, esta nueva militancia será al mismo tiempo punta de lanza en los momentos de avance como potencial retaguardia en caso de retrocesos momentáneos, lo que es una garantía para la defensa de los intereses nacionales y populares de cara al futuro.
El Luna Park lleno, repleto de banderas que se agitaban y de voces que entonaban las estrofas del Himno o de
Durante los primeros años del kirchnerismo, la mística militante estuvo casi absolutamente ligada a la herencia de la tendencia revolucionaria de los setenta, lo que era correcto y absolutamente compresible. Quienes encabezaban el proceso político y quienes ocupaban lugares centrales en el dispositivo político y en la gestión eran en su abrumadora mayoría militantes de aquella juventud maravillosa. Al mismo tiempo, el relato que se construyó y que galvanizó a los diferentes espacios dispersos en diversas experiencias durante el neoliberalismo y reunificados a partir del liderazgo de Néstor Kirchner, fue un relato que hizo eje en la reivindicación de esa experiencia histórica y en la idea de plantearse como continuidad de
Las identidades políticas, la estética y los nombres de las agrupaciones, los cantitos y los colores de las banderas estuvieron definidos fundamentalmente por esa ineludible herencia cultural y política. Muchos de aquellos que, sin haber sido parte de la experiencia de los setenta nos formamos políticamente en esa tradición, nos sentimos como en casa cantando las canciones que nuestros viejos o nuestros hermanos mayores habían entonado en la puerta de Devoto el 25 de Mayo del 73. Sin embargo, la mística de un proceso político necesita construirse dialécticamente entre la tradición política en la cual ese proceso abreva y las contradicciones, demandas y luchas del momento en el cual se ejerce la militancia.
La cuestión, muchas veces debatida entre compañeros, era cómo se hacía para construir una mística de este proceso político que no fuera una simple readaptación de la mística de los setenta. Y esa mística no podía decretarse ni construirse en un laboratorio, porque la mística se construye en la acción política y -fundamentalmente- en la lucha, en la internalización de un proyecto colectivo y en la identificación de los enemigos de ese proyecto.
Entonces, a partir de la 125 y de la Ley de Medios, a partir de
Porque los miles de compañeros menores de treinta años que explotaron el Luna con banderas, bombos y consignas ya construyeron esa mística y nos la contagiaron a todos los que desde los comienzos de nuestra militancia estábamos esperando que pasara lo que finalmente ayer vimos y sentimos. Porque cuando los pibes de "La Cámpora" y de los "Desca", cuando los cumpas de
Que tiempos gloriosos que se avecinan. A militarla de sol a sol.
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jueves, 16 de septiembre de 2010
¿PUNTO DE INFLEXIÓN? Apurados apuntes en torno al acto de la Juventud en el Luna Park
lunes, 6 de septiembre de 2010
En el día de la fecha
Cuarenta años ha, la historia dobló de mala manera en una esquina del conurbano. Hablar de lo que hubiera sido de no haber sido lo que fue, sería imposible y hasta casi irrespetuoso. Lo contrafáctico no es dimensión a tener en cuenta cuando nos referimos a aquellos que centraron su práctica en el hacer, en el hacer por otros. Entonces, de lo único que se puede hablar es de lo que efectivamente fue.
Y lo que efectivamente fue, es que el 7 de septiembre de 1970, en una pizzeria de William Morris, dejaron la vida dos compañeros que se convirtieron en bandera de cientos de miles en los años que siguieron y que aún hoy, a cuarenta años, siguen siendo un punto de referencia para muchos de nosotros, militantes nacionales y populares.
Porque más allá de las distancias temporales y de los cambios en la práctica política, los fines últimos de nuestra acción cotidiana siguen siendo aquellos por los que lucharon y murieron estos y otros tantos compañeros: la liberación nacional y social.
Y hoy, cuando vemos gratamente como una generación nueva de compañeros se incorpora a la política y a la militancia transformadora a la luz del presente proceso político, es nuestra obligación repasar la historia (con sus debes y sus haberes) para consolidar la construcción de una mística que, anclada en ese pasado que nos define como sujetos en el presente, se proyecte hacia ese futuro que anhelamos y que, de una vez por todas, estamos construyendo.
En el día del montonero, entonces, levantemos nuestra copa en homenaje a Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina, mártires de la causa nacional y popular.
Y lo que efectivamente fue, es que el 7 de septiembre de 1970, en una pizzeria de William Morris, dejaron la vida dos compañeros que se convirtieron en bandera de cientos de miles en los años que siguieron y que aún hoy, a cuarenta años, siguen siendo un punto de referencia para muchos de nosotros, militantes nacionales y populares.
Porque más allá de las distancias temporales y de los cambios en la práctica política, los fines últimos de nuestra acción cotidiana siguen siendo aquellos por los que lucharon y murieron estos y otros tantos compañeros: la liberación nacional y social.
Y hoy, cuando vemos gratamente como una generación nueva de compañeros se incorpora a la política y a la militancia transformadora a la luz del presente proceso político, es nuestra obligación repasar la historia (con sus debes y sus haberes) para consolidar la construcción de una mística que, anclada en ese pasado que nos define como sujetos en el presente, se proyecte hacia ese futuro que anhelamos y que, de una vez por todas, estamos construyendo.
En el día del montonero, entonces, levantemos nuestra copa en homenaje a Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina, mártires de la causa nacional y popular.
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